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French to Spanish: Ya había música hace 35.000 años General field: Science Detailed field: Journalism
Source text - French Encuentran diversos fragmentos de flautas que sugieren que la tradición musical estaba bien establecida en las comunidades que colonizaron Europa hace 35.000 años.
Unos paleoantropólogos anuncian haber descubierto pruebas de la existencia de música en el Paleolítico superior. Han podido reconstruir una flauta de hueso de 35.000 años de antigüedad, lo que sugiere que la tradición musical estaba bien establecida en las comunidades que colonizaron Europa en esa época.
Los sitios Hohle Fels y Vogelherd parece que están siendo muy prolíficos, ya que, además de otros hallazgos, en ellos se encontraron estos restos. La flauta auriñacience casi completa que ahora describimos fue encontrada en el primero en el verano de 2008, en la cueva de Hohle Fels, que está en el valle Ach, a unos 20 Km al oeste de Ulm.
La flauta fue encontrada troceada en 12 fragmentos, y es el instrumento musical más completo de todos los recuperados de esas cuevas. Demuestra la presencia de una bien asentada tradición musical en los tiempos en los que el ser humano estaba colonizando Europa, hace unos 35.000 años. Otras pruebas de tradición musical encontradas en Francia y Austria se remontan a hace sólo 30.000 años, es decir, unos 5000 años después.
Para hacernos una idea de la cronología recordemos que la agricultura y ganadería se desarrollaron hace sólo unos 10.000 años, las pinturas de la cueva de Altamira tienen unos 12.000 años y el sistema de cuevas de Lascaux contienen parte del arte más antiguo conocido, de entre hace 15.000 y 17.000 años, pero algunas de sus pinturas son de hace 27.000 años. En todos estos casos estamos hablando de unos seres humanos modernos, casi indistinguibles del hombre actual y con capacidad de representación simbólica.
La parte de la flauta que ha llegado al poder de los investigadores tiene una longitud de 21,8 cm y un diámetro de 8 mm. Contiene 5 agujeros para poner los dedos y así producir distintas notas. La conservación de la flauta, sobre todo su superficie, es muy buena y revela detalles sobre su construcción. Sin embargo le falta un trozo en uno de sus extremos, justo a la altura del quinto agujero.
De momento no disponen de una réplica con la que trabajar, pero una flauta de tres agujeros hallada anteriormente en proximidades de Geissenklösterle, y de la que sí hay copia moderna, produce cuatro notas, y adicionalmente otras tres según cómo se sople. Estos investigadores creen que esta de cinco agujeros tendría una gama de notas superior que sería comparable a las de flautas modernas.
Se construyó a partir del radio de un buitre leonado. Esta ave cuenta con una envergadura alar de entre 230 y 265 cm, por lo que proporciona huesos de gran longitud que son excelentes para la construcción de flautas largas. Recordemos que los huesos de las aves son huecos para así aligerar el peso y que el vuelo sea más fácil.
Además de los fragmentos de esta flauta, en la misma cueva se recuperaron otros dos fragmentos correspondientes a otra flauta distinta. En las excavaciones de Vogelherd, situadas en el valle de Lone a 25 km al noroeste de Ulm, también encontraron fragmentos de otra flauta. Dada la delicadeza de estos artefactos es muy difícil encontrar una flauta completa de una pieza.
Algunos de esos otros fragmentos se corresponden a flautas que parecen estar hechas de marfil. La tecnología de construcción de flautas de marfil era mucho más compleja que la de hueso. Había que partir longitudinalmente la pieza y ahuecar las dos mitades, practicar los agujeros en una de ellas y luego unir las dos mitades con un sistema que no dejase escapar el aire.
Los sistema de radiocarbono y métodos independientes de control dan una antigüedad de 35.000 años a esta flauta. El hallazgo demuestra que la música jugaba un papel importante en la vida auriñecense de los habitantes de los valles Ach y Lone del suroeste de Alemania.
El contexto en el que se encuentran estas flautas indica abundancia de artefactos orgánicos y líticos, fauna que fue cazada y huesos quemados, lo que sugiere que los habitantes de estas regiones tocaban música en diversos contextos sociales. Así por ejemplo, los restos de flauta de Hohle Fels fueron encontrados a 70 cm de una figura femenina de edad similar, lo que sugiere una relación contextual entre ambos.
La venus (escultura con formas femeninas) hallada en esa cueva representa la figura humana esculpida más antigua del mundo con 35.000 años de antigüedad y también saltó a los medios de comunicación hace unas semanas. Se ha llegado incluso a decir que esta venus representa la imagen pornográfica más antigua conocida, ya que su atributos sexuales están exagerados. Esta figura de 6 cm está hecha a partir de marfil de mamut.
Volviendo al tema musical, estas flautas, así como las previas halladas cerca de la cueva Geißenklösterle, demuestran que la tradición musical existía en el repertorio cultural auriñacience cerca del momento en el que los humanos modernos se asentaban en la región del Danuvio superior. El desarrollo de una tradición musical está además acompañada del desarrollo de arte figurativo y de numerosas innovaciones que incluyen ornamentos personales, así como tecnologías líticas y orgánicas.
La presencia de la música en las vidas de la gente del Paleolítico superior no tenía un impacto significativo en la economía de subsistencia de esa gente, pero la música pudo contribuir a la mejora de la cohesión social y a nuevas formas de comunicación, lo que indirectamente contribuyó a una mejor expansión demográfica que la que tuvieron los culturalmente conservadores neandertales.
La flauta forma parte de una exposición que se podrá ver en Stuttgart desde el 18 de septiembre de este año al 10 de enero del 2010.
Lo que nunca sabremos serán las canciones que estos humanos tocaban en ese tiempo. Ellos eran, desde luego, como nosotros, con sus sueños, necesidades, ambiciones… ¿Tendría también representaciones teatrales? Si tenían arte gráfico y musical quizás también representaran historias o leyendas, aunque probablemente nunca lo sabremos.
Translation - Spanish Ils on trouvé plusieurs fragments de flûtes laissant présumer qu’il existait une tradition musicale bien établie au sein des peuples qui ont colonisé l’Europe il y a 35 000 ans.
Certains paléoanthropologues ont trouvé des preuves que la musique existait au Paléolithique supérieur. Ils ont pu reconstituer une flûte en os datant de 35 000 ans, ce qui suggère qu’il existait une tradition musicale bien établie au sein des peuples qui ont colonisé l’Europe durant cette période.
Les sites de Hohle Fels et de Vogelherd ont tout l’air de véritables mines d’or, car d’autres découvertes y ont été faites en plus de celle de ces fragments. La flûte aurignacienne dont il est question a été découverte au cours de l’été 2008 dans la grotte de Hohle Fels, située dans la vallée de l’Ach, à environ 20 km à l’ouest d’Ulm.
La flûte a été découverte en 12 fragments, et constitue l’instrument de musique le plus complet jamais découvert dans ces grottes. Il atteste de l’existence d’une tradition musicale bien établie à l’époque où l’être humain colonisait l’Europe, il y a environ 35 000 ans. En France et en Autriche, des éléments qui attestent de l’existence d’une tradition musicale remontant à 30 000 ans seulement ont été découverts, c'est-à-dire 5 000 ans plus tard.
Afin de nous repérer dans le temps, rappelons que l’agriculture et l’élevage se sont développés il y a seulement 10 000 ans, les peintures rupestres de la grotte d’Altamira ont environ 12 000 ans et les grottes de Lascaux abritent une partie de l’art le plus ancien que nous connaissons, datant d’entre 15 000 et 17 000 ans, mais certaines de ses peintures ont 27 000 ans. Dans tous ces cas, il est question d’hommes modernes, quasiment identiques à l’homme actuel et capables de réaliser des représentations symboliques.
La partie de la flûte qui est en possession des chercheurs mesure 21,8 cm de long et 8 mm de diamètre. Elle est constituée de cinq trous qu’il faut boucher avec les doigts afin de produire différentes notes. La flûte est très bien conservée, surtout sa surface, et nous révèle des détails sur sa fabrication. Cependant, un morceau manque au niveau d’une de ses extrémités, à la hauteur du cinquième trou.
Pour le moment, les chercheurs ne disposent pas d’une réplique avec laquelle travailler, mais une flûte à trois trous, découverte antérieurement près de Geissenklösterle et de laquelle une reproduction moderne a été faite produit quatre notes, et trois de plus suivant la manière dont on souffle dedans. Selon eux, la flûte à cinq trous aurait une gamme supérieure, qui serait comparable à celle des flûtes modernes.
Elle a été taillée dans le radius d’un vautour fauve. Ce rapace possède une envergure comprise entre 230 et 265 cm, ce qui fait qu’il possède de très longs os, parfaits pour la fabrication de longues flûtes. Rappelons que les os des oiseaux sont creux, ce qui les rend plus légers et leur permet de voler plus facilement.
Dans cette même cave ont été découverts, en plus des fragments de cette flûte, deux fragments appartenant à une autre flûte. Dans les gisements de Vogelherd, situés dans la vallée de Lone, à 25 km au nord-ouest d’Ulm, des fragments d’une autre flûte ont aussi été découverts. Compte tenu de la fragilité de ces instruments, il est très difficile de trouver une flûte entière, en un seul morceau.
Certains de ces autres fragments appartiennent à des flûtes qui semblent être faites avec de l’ivoire. La technique de fabrication des flûtes en ivoire était beaucoup plus complexe que celle des flûtes en os. Il fallait scinder en deux le morceau d’ivoire en opérant une coupe longitudinale, percer les deux moitiés, faire des trous dans l’une d’elles et ensuite réunir les deux moitiés en faisant en sorte que l’air ne s’échappe pas.
Les systèmes de datation par le carbone 14, ainsi que d’autres méthodes de datation, donnent à cette flûte 35 000 ans. Cette découverte montre que la musique tenait une place importante dans la vie des Aurignaciens de la vallée de l’Ach et de la Lone, dans le sud-ouest de l’Allemagne.
Ces flûtes ont été découvertes dans un environnement où abondent les artefacts lithiques et en matière organique, la faune qui a été chassée et les os brûlés, ce qui suggère que les habitants de ces régions jouaient de la musique dans divers contextes sociaux. Ainsi, les fragments de flûte de Hohle Fels ont été découverts à 70 cm d’une statuette de femme de datation similaire, ce qui suggère une relation contextuelle entre ces deux objets.
La Vénus (sculpture aux formes féminines) qui a été découverte dans cette grotte date de 35 000 ans, ce qui fait d’elle la plus vieille représentation humaine jamais sculptée. Cette découverte a par ailleurs été couverte par les medias il y a quelques semaines et il a même était dit que cette Vénus constituait la représentation pornographique la plus ancienne connue, étant donné que les attributs de sa féminité étaient exagérés. Cette figurine de 6 cm a été taillée dans de l’ivoire de mammouth.
Pour en revenir au thème de la musique, ces flûtes, ainsi que celles découvertes auparavant près des grottes de Geissenklösterle, prouvent que la musique faisait partie du répertoire culturel aurignacien à l’époque où les hommes modernes s’installaient dans la région du Danube supérieur. Le développement d’une tradition musicale est par ailleurs accompagné du développement de l’art figuratif et de nombreuses innovations comprenant parures, ainsi que technologies lithiques et en matière organique.
La présence de la musique dans la vie des hommes du Paléolithique supérieur n’avait pas d’influence significative sur leur économie de subsistance. Mais la musique a pu contribuer à améliorer la cohésion sociale et à créer de nouvelles manières de communiquer, ce qui, indirectement, a fait qu’ils avaient une expansion démographique supérieure à celle des hommes de Neandertal, culturellement conservateur.
La flûte fait partie d’une exposition à Stuttgart, ouverte au public du 18 septembre 2009 au 10 janvier 2010.
Nous ne pourrons par contre jamais savoir quelles chansons les hommes de ces temps éloignés jouaient. Ils n’étaient évidemment pas si différents de nous, avec leurs rêves, leurs besoins, leurs aspirations… Faisaient-ils aussi du théâtre ? S’ils possédaient un art graphique et musical, peut-être mettaient-ils aussi en scène des histoires et des légendes, bien que nous ne le saurons probablement jamais.
English to Spanish: El cambio climático no es tan malo General field: Science Detailed field: Journalism
Source text - English This week the National Climate Data Center confirmed what most had long believed: 2012 was the warmest year on record for the United States. Ever. And not just a bit warmer: a full Fahrenheit degree warmer than in 1998, the previous high. In the land of climatology statistics, that is immense. In the understatement of one climate scientist, these findings are “a big deal.”
Almost every news story reporting on this juxtaposed the record with a series of disruptive climate events, ranging from the drought that covered much of the United States farmland and punctuated by Hurricane Sandy in its tens of billions of dollars of devastation. Many also pointed out that eight of the 10 warmest years have occurred since 1990 (though it should be noted that official records only extend to 1895). Not surprisingly, these observations were almost always followed by warnings of more warming and substantially worse consequences to come.
But what if climate change isn’t the disaster we fear but instead one more obstacle that humans can meet, one that may spur innovation and creativity as well as demand ever more resilience? What if it ultimately improves life as we know it?
That the planet is getting warmer there should be no doubt. Nor should there be much question about the role of human development, industrialization and carbon emissions as a causal factor. Of course, many do still question these changes, or at least to what degree they have been triggered by human activity, and yes, there have been wide climate swings throughout the millennia. Still, the preponderance of current scientific knowledge maintains that warming is accelerating and that fossil fuels and various effluvia of modern industry are a cause.
It does not, however, follow that the future arc of these changes is disastrous. Unwanted, unwelcome and uneasy? For sure. Potentially lethal? Yes. But so much of the debate over the past 30 years has been over what is causing climate change, and how to prevent more change from happening, that comparatively less energy has been spent on adapting to it. In part, those most focused on these issues, from Green parties in Europe to environmentalists in the United States, have often believed that any discussion of mitigating the effects of climate change is tantamount to giving up on preventing it. That has led to a jeremiad mentality, epitomized by Al Gore and the scathing warnings of what lies ahead in his hugely influential 2006 film An Inconvenient Truth.
The advantage of that approach was that it alerted many to the dangers of climate change; the disadvantage was that it scared people into passivity and closed fruitful avenues to policies focused on mitigating the effects rather than halting the trend. And while halting the trend might have been feasible (just) 20 years ago, the most we can achieve now is to reduce the rate and intensity of climate change until the world’s population levels off sometime in the middle of the 21st century. Activists can and should still focus on reducing global emissions, but not at the expense of answering how we will live with the change.
Perhaps in recognition of the need of a new paradigm, “resilience” has quietly become a buzzword. The ever provocative Nassim Nicholas Taleb in his recent book Antifragile argues that only organizations capable of meeting crises can survive crises. In the wake of Hurricane Sandy, counties and cities in the Northeast have been contemplating how best to prepare for future weather shocks. That has led to renewed appreciation for cities, such as Rotterdam, that have long undertaken environmental planning organized around the notion that floods will happen no matter what humans do. The challenge isn’t to find a way to prevent floods; it’s to find a way to live with them.
The two approaches could not be more distinct: One warns of catastrophe and attempts to steer away from it. One pragmatically accepts that some undesirable things will happen no matter what. Rotterdam has thus focused both on preventing as much flooding as possible (floodgates) and on urban infrastructure that is as flood-resistant as possible: power grids that have dispersed nodes, waterproof insulation, even floating parts of the city in case of truly severe inundation.
Far from signaling a resignation to climate change, resilience, adaption and mitigation all shift energy away from holding back the tide and toward innovation and creativity in meeting it. In fact, those are precisely what have fueled whatever positive development there has been in human history (and admittedly, some negative as well). The theoretical physicist David Deutsch points out that pessimism about future trends is actually more “blindly optimistic” than genuine optimism because it assumes that we can know the future.
But as has been all too evident recently, we cannot. Instead, the only source of progress has been the ability of humans to learn and adapt. While climate change could spell death and harm to low-lying areas around the world as the seas rise, life 30,000 years ago was hardly hospitable. Yet people managed to create viable living conditions anyway. Necessity demanded it, and our ability to create and innovate made it possible.
That approach is imperative not just for climate change but for multiple areas that generate such anxiety about the future. The imbalance of the financial system? Those are only made worse by the false belief that a system could be created where such risks don’t exist; better to find ways to mitigate the risks of a global interconnected financial system than seek, Don Quixote-like, ways to eliminate risk. The dysfunction of Washington? Better to find ways to meet collective needs that don’t depend on the federal government (or any large central bureaucracy) than pile all those needs onto one large, unwieldy and cumbersome institution and hope for the best. Our response to climate change is only one way that we have chosen the path of pessimism instead of a path of innovation. How we meet this challenge will say much about how we meet all of our challenges.
Translation - Spanish Esta semana el Servicio Nacional de Estadísticas del Centro Meteorológico de EEUU confirmó lo que se creía desde hacía tiempo: 2012 es el año más cálido de la historia en Estados Unidos. De toda la historia. Y no sólo un poco más cálida: un grado Fahrenheit más cálido que 1998, el pico anterior. En la tierra de las estadísticas de climatología, eso es inmenso. Estos descubrimientos son "algo grande", como expondría de forma obvia un climatólogo.
Casi todas las noticias al respecto yuxtaponen el récord a una serie de perturbadores eventos climáticos, que van desde la sequía que arrasó gran parte de las tierras de cultivo de Estados Unidos y enfatizan con el huracán Sandy en su devastación que costó unos diez mil millones de dólares. Muchos destacaron que ocho de los diez años más cálidos han ocurrido desde 1990 (debería apuntarse que sólo existen archivos oficiales desde 1895). Así que, sin ser ninguna sorpresa, estas observaciones han estado seguidas casi siempre por avisos de más calor y peores consecuencias en el futuro.
Pero, ¿Y si el cambio climático no es el desastre al que tememos si no un obstáculo más que al que los humanos tenemos que enfrentarnos, uno que pueda incentivar innovación y creatividad al mismo tiempo que reclama una mayor adaptación? ¿Qué pasa si al final mejora la vida tal y cómo la conocemos?
No cabe ninguna duda de que el planeta se está calentando. Tampoco debería cuestionarse más la influencia del desarrollo humano, la industrialización y las emisiones de carbón como una de las causas. Por supuesto, muchos todavía cuestionan estos cambios o por lo menos, el grado en el que han sido desencadenados por la actividad humana y sí, ha habido muchos cambios climáticos importantes durante todo el milenio. Y sin embargo, la preponderancia del conocimiento científico actual mantiene que el calentamiento se está acelerando y los combustibles fósiles y otros efluvios de la industria moderna son la causa.
Pero esto no implica que el futuro arco de estos cambios sea desastroso. ¿Que no es deseado, no es bienvenido y no es fácil? Desde luego. ¿Que es potencialmente letal? Sí. Pero gran parte de este debate en los últimos 30 años ha sido tanto sobre qué está causando el cambio climático y cómo prevenir otros cambios, que se ha invertido comparativamente menos energía en adaptarse a ellos. En parte, los que más se concentran en estas cuestiones, desde los partidos de los verdes en Europa hasta los ambientólogos en Estados Unidos, piensan a menudo que cualquier debate para mitigar los efectos del cambio climático es igual que dejar de prevenir. Esto ha llevado a una mentalidad jeremiada, encarnada en Al Gore y los crueles avisos de lo que nos espera en la influyente película de 2006 "Una verdad incómoda".
La ventaja de esta idea es que alertó de los muchos peligros del cambio climático, el inconveniente es que dejó a la gente asustada en la pasividad y los fructíferos caminos cerrados hacia políticas concentradas en atenuar los efectos más que en detener la tendencia. Y mientras detener la tendencia hubiera podido ser factible hace (apenas) 20 años, lo más que podemos hacer ahora es reducir la tasa y la intensidad del cambio climático hasta que la población mundial se estabilice en algún momento de mediados del siglo XXI. Los activistas pueden y deberían seguir concentrándose en reducir las emisiones globales pero no a expensas de responder cómo podremos vivir con el cambio.
Quizá, como reconocimiento de la necesidad de un nuevo paradigma, "resiliencia" se ha convertido lentamente en la palabra de moda. El siempre provocador Nassim Nicholas Taleb en su último libro, "Antifragile" (todavía no disponible en español), sostiene que no sólo las organizaciones capaces de enfrentarse a las crisis pueden sobrevivir a la crisis. Tras el paso del huracán Sandy, diversas regiones y ciudades del Noreste han estado contemplando cómo prepararse mejor para otros golpes del clima en el futuro. Esto ha llevado a una nueva apreciación por ciudades como Rotterdam que hace tiempo empezó un plan ambiental organizado alrededor de la idea de que las inundaciones van a pasar al margen de lo que hagan los humanos. El desafío no es encontrar una manera de prevenir las inundaciones si no encontrar una manera de vivir con ellas.
Estas dos actitudes no pueden ser más opuestas: una avisa de la catástrofe e intenta alejarse de ella. La otra acepta pragmáticamente que algunas cosas poco deseables van a ocurrir pase lo que pase. Así, Rotterdam se ha concentrado en prevenir las inundaciones todo lo posible (mediante compuertas) y a nivel de infraestructura urbana, haciendo que sea lo más resistente posible a las inundaciones: redes eléctricas con nodos dispersos, impermeabilización, e incluso en la ciudad hay partes flotantes en caso de que se produzca una inundación importante.
Lejos de representar una resignación al cambio climático, resisiliencia, adaptación y mitigación evitan gastar energía en resistir las corrientes y se mueven hacia la innovación y la creatividad para enfrentarlas. De hecho, esto es precisamente lo que ha alimentado cualquier desarrollo positivo en la historia del ser humano (y, admitámoslo, algún desarrollo negativo también). El físico teórico David Deutsch señala que el pesimismo sobre tendencias futuras es en realidad más "ciegamente optimista" que el optimismo de verdad porque asume que podemos conocer el futuro.
Pero recientemente ha sido demasiado obvio que no podemos. En su lugar, la única fuente de progreso ha sido la capacidad humana de aprender y adaptarse. Mientras el cambio climático podría escribir muerte y destrucción en las áreas cercanas al mar de todo el mundo mientras sube el nivel del mar, la vida hace 30.000 años era poco acogedora. Y sin embargo, la gente se las ingenió para crear condiciones de vida viables de todas formas. La necesidad lo requería y nuestra capacidad para crear e innovar lo hizo posible.
Este acercamiento es imperativo no solo respecto al cambio climático pero también respecto a diversas áreas que generan una cierta ansiedad sobre el futuro. ¿Desequilibrio del sistema financiero? Esto solo empeora por la falsa creencia de que se podría crear un sistema donde estos riesgos no existen. Mejor sería encontrar formas de atenuar los riesgos de un sistema financiero interconectado globalmente que buscar, como Don Quijote, formas para eliminar el riesgo. ¿Disfunción en Washington? Mejor encontrar una manera de enfrentarse a las necesidades colectivas que no dependan del gobierno federal (o cualquier burocracia centralizada) que amontonar todas estas necesidades en una institución amplia, poco manejable y pesada y que sea lo que Dios quiera. Nuestra respuesta al cambio climático es solo una manera de elegir el camino del pesimismo en lugar del camino de la innovación. Cómo nos enfrentamos a este desafío dirá mucho sobre cómo nos enfrentamos a todos nuestros desafíos.
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