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Translation, Interpreting, Editing/proofreading, Voiceover (dubbing), Subtitling, Training
Spanish to English: "Spring in a Broken Corner"/"Primavera en una Esquina Rota" by Mario Bennedetti General field: Art/Literary Detailed field: Poetry & Literature
Source text - Spanish Intramuros
(Esta noche estoy solo)
Esta noche estoy solo. Mi compañero (algún día
sabrás el nombre) está en la enfermería. Es buena gente, pero de vez en cuando no viene mal estar solo. Puedo reflexionar mejor. No necesito armar un biombo para pensar en vos. Dirás que cuatro años, cinco meses y catorce días son demasiado tiempo para reflexionar. Y es cierto. Pero no son demasiado tiempo para pensar en vos. Aprovecho para escribirte porque hay luna. Y la luna siempre me tranquiliza, es como un bálsamo. Además ilumina, así sea precariamente, el papel, y esto tiene su importancia porque a esta hora no tenemos luz eléctrica. En los dos primeros años ni siquiera tenía luna, así que no me quejo.
Siempre hay alguien que está peor, como concluía Esopo. Y hasta peorísimo, como concluyo yo.
Es curioso. Cuando uno está afuera e imagina que,
por una razón o por otra, puede pasar varios años entre cuatro paredes, piensa que no aguantaría, que eso sería sencillamente insoportable. No obstante, es soportable, ya se ve. Al menos yo lo he soportado. No niego haber pasado momentos de desesperación, además de aquellos en que la desesperación incluye sufrimiento físico. Pero
ahora me refiero a la desesperación pura, cuando uno empieza a calcular, y el resultado es esta jornada de clausura, multiplicada por miles de días. No obstante, el cuerpo es más adaptable que el ánimo. El cuerpo es el primero que se acostumbra a los nuevos horarios, a sus nuevas posturas, al nuevo ritmo de sus necesidades, a sus nuevos cansancios, a sus nuevos descansos, a su nuevo hacer y a su
nuevo no hacer.
Si tenés un compañero, lo podés medir al principio como a un intruso. Pero de a poco se va convirtiendo
en interlocutor. El de ahora es el octavo. Creo que
con todos me he llevado bastante bien. Lo bravo es cuando las desesperaciones no coinciden, y el otro te contagia la suya, o vos le contagiás la tuya. O también puede ocurrir que uno de los dos se oponga resueltamente al contagio y esa resistencia origine un choque verbal, un enfrentamiento, y en esos casos justamente la condición de clausura ayuda poco, más bien exacerba los ánimos, le hace a uno
(y al otro) pronunciar agravios, y, algunas veces, hasta decir cosas irreparables que enseguida agudizan su significado por el mero hecho de que la presencia del otro es obligatoria y por tanto inevitable. Y si la situación se pone tan dura que los dos ocupantes del lugarcito no se dirijan la palabra, entonces tal compañía, embarazosa y tensa, lo
deteriora a uno mucho más, y más rápidamente, que una soledad total. Por suerte, en este ya largo historial, tuve un solo capítulo de este estilo, y duró poco. Estábamos tan podridos de ese silencio a dos voces, que una tarde nos miramos y casi simultáneamente empezamos a hablar.
Después fue fácil.
Hace aproximadamente dos meses que no tengo
noticias tuyas. No te pregunto qué pasa porque sé lo que pasa. Y lo que no. Dicen que dentro de una semana todo se regularizará otra vez. Ojalá. No sabés lo importante que es una carta para cualquiera de nosotros. Cuando hay recreo
y salimos, de inmediato se sabe quiénes recibieron
cartas y quiénes no. Hay una extraña iluminación en los rostros de los primeros, aunque muchas veces traten de ocultar su alegría para no entristecer más a los que no tuvieron esa suerte. En estas últimas semanas, por razones obvias, todos estábamos con caras largas, y eso tampoco es bueno. De modo que no tengo respuesta a ninguna pregunta tuya, sencillamente porque carezco de tus preguntas.
Pero yo sí tengo preguntas. No las que vos ya sabés sin necesidad de que te las haga, y que, dicho sea de paso, no me gusta hacerte para no tentarte a que alguna vez (en broma, o lo que sería muchísimo más grave, en serio) me digas: «Ya no». Simplemente quería preguntarte por el Viejo. Hace mucho que no me escribe. Y en este caso tengo
la impresión de que no hay ninguna otra causa para la no recepción de cartas. Sólo que hace mucho que no me escribe. Y no sé por qué. Repaso a veces (sólo mentalmente, claro) lo que recuerdo haberle escrito en algunos de mis breves mensajes, pero no creo que haya habido en ellos nada que lo hiriera. ¿Lo ves a menudo? Otra pregunta:
¿cómo le va a Beatriz en la escuela? En su última cartita me pareció notar cierta ambigüedad en sus datos. ¿Te das cuenta de que te extraño? Pese a mi capacidad de adaptación, que no es poca, ésta es una de las faltas a las que ni mi ánimo ni mi cuerpo se han acostumbrado. Al menos, hasta hoy. ¿Llegaré a habituarme? No lo creo. ¿Vos te habituaste?
Translation - English Behind walls
(Tonight I'm alone)
Tonight I'm alone. My roommate (someday you'll know the name) is in the infirmary. He is good people, but once in a while it's not bad to be alone. I can reflect better. I don't have to erect walls to think of you. You will say, four years, five months, and fourteen days is too much time to reflect. And it's true. But it is not enough time to think of you. Taking advantage of the moonlight to write to you. And the moon always calms me, like a balm. Also it illuminates, however precariously, the page, which is important in that at this hour we lack electric light. During the first two years we didn't even have the moon, so I don't complain. There is always someone who is worse off, as Aesop concluded. And even much worse, as I would conclude.
It is curious. When one is on the outside and imagines that, for one reason or another, several years could be spent inside four walls, one thinks one couldn't take it, that such would simply be unbearable. Regardless, it is bearable, as is now apparent. At least I've withstood it. I don't deny having had moments of desperation above and beyond those in which the desperation includes physical suffering. But now I refer to that pure desperation when one begins to calculate, the result of which is this cloistered journey, multiplied by thousands of days. Nonetheless, the body is more adaptable than the will. The body is the first to get used to the new schedule, the new postures, the new rhythm of its necessities, its new tiredness, its new rest, its new doing and non-doing. If you have a roommate, you can at first measure him as an intruder. But little by little he transforms into someone to talk to. This one is the eighth. I think I've gotten along pretty well with all of them. The hard part is when the desperations do not coincide, and the other's spread to yours, or yours to his. Or it may also happen that one will resolve to resist the contagion, and the resistance itself will originate a verbal clash, a confrontation, and in these instances the very condition of our cloister helps little, in fact it exacerbates the mood, it makes one (and the other) pronounce hurtful things, and, sometimes, to even say irreparable things that immediately sharpen their meaning by the fact that the other's presence is obligatory and therefore inevitable. And if the situation gets so serious that the two occupants of the little place won't speak to each other, such company then, embarrassing and tense, deteriorates one much more, and with more speed , than a total solitude would. Luckily, in this long story, I've only had one such chapter, an it did not last long. We were so putrid in that silence of two voices, that one afternoon we looked at each other and almost simultaneously started to speak. Afterwards it was easy.
For approximately two months I've heard no news from you. I don't ask you what happens because I know what happens. And what does not. They say that inside of one week everything regularizes itself. I hope so. You don't know the importance that a letter holds for any of us. When we get a recess and go outside, it is immediately apparent who received letters and who didn't. There's a strange illumination on the faces of the first, even though many times they try to hide their happiness so as not to sadden more those who weren't so lucky. In these past weeks, for obvious reason, we've all had long faces on, which is also not good. Therefore I can't answer any of your questions simply because I lack them. But I do have questions. Not the ones that you already know without need of me asking them, and that, if I said in passing, I wouldn't ask them so as not to tempt you to one day (jokingly, or worse, in all seriousness) to say: “No longer”. I simply wanted to ask you about the old man. It's been a long time since he's written me. And in this case I have the impression that there is no other reason for not having received any letters from him. It's just that he hasn't written in so long. And I don't know why. I review sometimes (alone, of course) what I remember of what I've written him in my short messages, but I don't think there was anything in them that would hurt him. Do you see him often? Another question: How is Beatriz doing in school? In her last little letter I seemed to note a certain ambiguity in her writing. Can you tell I miss you? Even with my capacity to adapt, which is not small, this is one of the deficiencies that neither my body nor my will has gotten used to. At least not yet. Will I habituate? I don't believe so. Have you habituated?
English to Spanish: "He Loves Me"/"El Me Ama" (1st Subtitle) by Wayne Jacobsen General field: Art/Literary Detailed field: Religion
Source text - English Daisy Petal Christianity
He loves me.
He loves me not.
He loves me.
He loves me not.
The little girl stands in the backyard chanting as she plucks petals one by one from the daisy and drops them to the ground. At game’s end, the last petal tells all; whether or not the person desired returns the affection.
Of course no one takes it seriously, and if children don’t get the answer they desire they take another daisy and start again. It doesn’t take long even for children to realize that flowers weren’t designed to tell romantic fortunes. Why should they link their hearts’ desires to the fickleness of chance?
Why indeed! But it is a lesson far easier learned in romance than in more spiritual pursuits. For long after we’ve put away our daisies, many of us continue to play the game with God.
This time we don’t pluck flower petals, but probe through our circumstances trying to figure out exactly how God feels about us.
I got a raise. He loves me.
I didn’t get the promotion I wanted, or I lost my job altogether.
He loves me not!
Something in the Bible inspired me today. He loves me!
My child is seriously ill. He loves me not!
I gave money to someone in need. He loves me!
I let my anger get the best of me. He loves me not!
Something for which I prayed actually happened. He loves me!
I stretched the truth to get myself out of a tight spot. He loves me not!
A friend calls me unexpectedly to encourage me. He loves me!
My car needs a new transmission. He loves me not!
A PERILOUS TIGHTROPE
I have played that game most of my life, trying to sort out in any given moment how God might feel about me personally. I grew up learning that he is a God of love, and for the most part I believed it to be true.
In good times, nothing is easier to believe. In days when my family was healthy and our relationships a joy; when my ministry
thrived and both income and opportunity were increasing; when we had plenty of time to enjoy our friends and were not burdened down with need; who wouldn’t be certain of God’s love?
But that certainty eroded when those times of bliss were interrupted with more troublesome events…
…like a childhood condition that provided no end of embarrassment.
…or the day one of my friends in high school died of a brain tumor even as we prayed earnestly for his healing.
…or when I wasn’t selected for a job I wanted in college because someone had lied about me.
…or the night my house was robbed.
…or when I was severely burned in a kitchen accident.
…or when I watched my father-in-law and my brother, both die with debilitating illnesses even though they sought God earnestly for healing.
…or when colleagues in ministry lied to me and spread false stories about me to win the support of others.
…or when I didn’t know from where my next paycheck would come.
…or when I saw my wife crushed by circumstances that I couldn’t get God to change no matter how hard I tried.
…or when doors of opportunity that appeared certain to open would suddenly slam shut like a wind-blown door.
Then I wondered how God really felt about me. I couldn’t understand how a God who loved me would either allow such things into my life or wouldn’t fix them immediately so that I or people I loved wouldn’t have to endure such pain.
He loves me not! Or so I thought on those days. My disappointment
at God could easily turn two directions. Often in my pain and frustration, when I felt like I had done enough to deserve better, I would rail at God like the Job of old, accusing him of either being unfair or unloving. In more honest moments, however, I was well aware of the temptations and failures that could exclude me from his care. I would come out of those times committed to trying harder to live the life I thought would merit his love.
I lived for 34 years as a believer on this perilous tightrope. Even when there was no crisis hanging over my head, I was always wary of the next one God might drop on me at any second if I couldn’t stay on his good side. In some ways I had become like the schizophrenic child of an abusive father, never certain what God I’d meet on any given day—the one who wanted to scoop me up in his arms with laughter, or the one who would ignore me or punish me for reasons I could never understand.
Only in the last five years have I discovered that my methods of discerning God’s love were as flawed as pulling petals from a daisy. I haven’t been the same since.
Translation - Spanish Cristianismo al estilo “deshojando la flor”
Me ama. No me ama.
Me ama. No me ama.
La niña está de pie en el jardín cantando mientras arranca los pétalos de su flor uno a uno y éstos caen al suelo. Cuando el juego concluye, el ultimo pétalo lo determina todo; si la persona amada corresponde o no a su afecto.
Por supuesto nadie toma este juego en serio, y si los niños no obtienen la respuesta deseada cogerán otra flor y comenzarán de nuevo. No lleva mucho tiempo, ni siquiera a los niños, darse cuenta de que las flores no fueron diseñadas para decirnos nuestro destino amoroso. ¿Por qué razón deberíamos atar el deseo de nuestros corazones a la suerte?
Efectivamente, ¿por qué? Pero esta es una lección mucho más fácil de aprender en cuestiones románticas que en la búsqueda espiritual. Pues aún tras haber dejado las flores hace mucho tiempo, muchos de nosotros continuamos jugando el mismo juego con Dios.
En este caso no arrancamos pétalos de flor, pero intentamos a través de nuestras circunstancias divisar cómo exactamente se siente Dios en relación a nosotros.
Me dieron un aumento de sueldo. ¡Me ama!
No me dieron el ascenso que esperaba, o peor aún, perdí mi trabajo. ¡No me ama!
Algo en la Biblia me inspiró hoy. ¡Me ama!
Mi hijo está seriamente enfermo. ¡No me ama!
Le di dinero a alguien en necesidad. ¡Me ama!
Permití que mi ira me dominara. ¡No me ama!
Algo por lo que estaba orando sucedió como oré. ¡Me ama!
No fui completamente honesto para evitarme una situación comprometedora. ¡No me ama!
Un amigo me llama inesperadamente para animarme. ¡Me ama!
Mi coche necesita una transmisión nueva. ¡No me ama!
UNA CUERDA FLOJA PELIGROSA.
Yo he jugado este juego la mayor parte de mi vida, intentando averiguar en dado momento cómo se siente Dios con respecto a mi persona. Crecí aprendiendo que Él es un Dios de amor, y en la mayor parte así lo creí.
En tiempos de bonanza, nada es tan fácil de creer. En los días en que mi familia estaba sana y nuestras relaciones eran cordiales, cuando mi ministerio crecía y tanto mis ingresos como mis oportunidades aumentaban, cuando teníamos mucho tiempo para disfrutar con nuestros amigos y no estábamos preocupados por ninguna necesidad, ¿quién dudaría del amor de Dios?
Pero esta convicción comenzó a erosionarse cuando los tiempos de bendición fueron interrumpidos por eventos problemáticos…
…cuando la condición de uno de nuestros hijos nos avergonzaba sin cesar.
…o como el día en que uno de mis amigos del bachillerato falleció de un tumor cerebral, aun cuando orábamos de todo corazón por su salud.
…o cuando no fui seleccionado para un trabajo que quería en la universidad porque alguien me difamó.
…o la noche que robaron mi casa.
…o cuando sufrí quemaduras graves en un accidente de cocina.
…o cuando vi a mi suegro y a mi hermano morir de enfermedades crónicas, aun cuando le rogaron a Dios que les sanara.
…o cuando mis colegas de ministerio mintieron sobre mí y esparcieron chismes falsos para ganar el apoyo de otros.
…o cuando no sabía de dónde vendría mi próximo cheque.
…o cuando vi a mi esposa hundida por circunstancias que no pude hacer que Dios cambiara, por mucho que yo intentara.
…o cuando las puertas de la oportunidad que parecían abrirse se cerraron súbitamente como por una ráfaga de viento.
En momentos esos, me preguntaba cómo se sentiría Dios por mí. No podía entender cómo un Dios que me amaba, podría permitir estas cosas en mi vida, o cómo no las arreglaba inmediatamente para que yo o la gente que amaba no tuviéramos que soportar tanto dolor.
¡Él no me ama! Por lo menos así pensaba en esos días. Mi decepción con Dios tomaba fácilmente una de dos direcciones. Con frecuencia en mi dolor y frustración, cuando sentía que yo había hecho lo suficiente como para merecer algo mejor, me quejaba ante Dios como Job, acusándolo de ser injusto o de no amarme. En momentos más honestos, sin embargo, estaba consciente de que las tentaciones y los fracasos que podrían haberme excluido de su cuidado. Regresaba de esos tiempos, comprometido a intentar, con más fuerzas, vivir la vida que suponía merecería Su amor.
Viví durante 34 años como un creyente en este tipo de cuerda floja. Aún cuando no hubiera alguna crisis amenazándome, siempre temía la próxima que Dios estaba por lanzarme en cualquier instante si yo no podía permanecer en “su lado bueno”. En ciertas maneras me había vuelto en como el hijo esquizofrénico de un padre abusivo, siempre sin la certeza de cuál Dios encontraría ese día – el que quería tomarme en sus brazos y reír conmigo, o el que me ignoraría o castigaría por razones que yo nunca podría entender.
Solamente en los últimos 5 años he descubierto que mis métodos para discernir el amor de Dios eran tan malos como arrancar los pétalos de una flor. No he sido el mismo desde entonces.
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Years of experience: 16. Registered at ProZ.com: Sep 2012.
I was born and raised in Mexico, the son of American missionaries, and grew up fully bilingual and bicultural. In all, I have lived for 22 years in Mexico and have traveled extensively throughout Latin America. Before moving to Southwest Florida, I was teaching English in several colleges and to all levels of proficiency. I also taught at a language institute affiliated with one of the premier colleges there, the Technological Institute of Monterrey, where I taught to diverse groups, from junior high students to returning adult students. My Spanish is impeccable, and of native level. After college and 22 years in the United States, my English is perfect as well.
Keywords: Hospitality industry, Restaurant, Hotel, Travel, Tourism, Cooking, Technical Manuals, Novels, Short stories, customs. See more.Hospitality industry, Restaurant, Hotel, Travel, Tourism, Cooking, Technical Manuals, Novels, Short stories, customs, immigration, falconry.. See less.