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Terminología y terminótica en la formación de traductores e intérpretes en Argentina

By Patricia García Ces | Published  03/14/2007 | Translator Education | Recommendation:RateSecARateSecARateSecARateSecARateSecI
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Terminología y terminótica en la formación de traductores e intérpretes en Argentina
Patricia García Ces
1. Introducción
Hoy en día, hacer hincapié en la importancia que ha adquirido el acceso al conocimiento y su transmisión como fuente primordial de poder, tanto en un micro-cosmos social como a nivel global, es prácticamente un lugar común. Asimismo, es innegable que la tecnología de la información y, en especial, la informática, se han convertido en herramientas indispensables en todos los campos del saber, particularmente los técnico-científicos. Por otra parte, como sostiene Cabré (1993), “los países en vías de desarrollo han comprendido que la terminología es uno de los elementos que puede incorporarlos al mundo industrializado, porque los intercambios de conocimiento y la transferencia de tecnología se producen a través de la terminología; en consecuencia invierten esfuerzos y recursos en la creación, unificación e internacionalización de una terminología que responda a las exigencias de una sociedad moderna y les permita relacionarse sin limitaciones”.
Sin embargo, paradójicamente, en plena era de las comunicaciones, mientras que se reconoce unánimemente el papel que tienen los traductores e intérpretes como mediadores clave en los procesos de difusión de la comunicación especializada, las asignaturas terminología e informática continúan estando ausentes de la mayoría de los planes de estudio de las instituciones argentinas tanto terciarias como universitarias donde se forman estos profesionales. Por consiguiente, gran parte de nuestros traductores e intérpretes egresan sin haber recibido formación alguna en el manejo de valiosos recursos producto de la conjunción del trabajo terminológico y la informática (terminótica ), tales como bancos de datos terminológicos y bancos de datos bibliográficos y documentales. Lo que es más alarmante aún, se siguen recibiendo nuevos grupos de traductores e intérpretes que carecen incluso de una destreza básica que actualmente suponemos que todo estudiante universitario posee: utilizar Internet eficientemente (llevar a cabo búsquedas avanzadas mediante la correcta interrogación de motores de búsqueda y metabuscadores, consultar portales lingüísticos especializados, participar en foros de discusión, etc.).
El objetivo de este trabajo es, por un lado, destacar la necesidad de integrar eficazmente la terminología y la informática en los planes de estudios de todas las instituciones que forman traductores e intérpretes, y, por otro lado, sugerir estrategias que faciliten la enseñanza de la terminología y la incorporación de la informática en dicha formación, mediante la jerarquización del trabajo terminológico y la estimulación de actitudes positivas con respecto de las tecnologías aplicadas a la traducción.


2. El porqué de la terminología como asignatura
Si delimitamos el mercado de trabajo profesional podemos concluir que la traducción científico-técnica ocupa los primeros puestos dentro del mercado al que accederán nuestros futuros traductores, ya que la necesidad de comunicación en campos específicos del saber ha aumentado considerablemente en las últimas décadas.
Actualmente se estima que aproximadamente el 90% del total de las publicaciones científicas y técnicas se difunden en inglés, por lo que podríamos decir que la traducción técnico-científica en los países de habla hispana adquiere un papel fundamental en el intercambio y la transmisión de conocimientos. Consecuentemente, creo que no caben dudas acerca de por qué es necesario formar traductores científico-técnicos capaces de satisfacer la creciente demanda de traducción de textos especializados. Cabe aclarar que por textos especializados quiero decir cualquier comunicación realizada en el contexto de los lenguajes de especialidad. Siguiendo nuevamente a Cabré (1993), estos textos pueden ser de distinto tipo, ya que su carácter de especializados no se circunscribe solamente a la restricción del tema tratado, sino que está supeditado también a los fines que deban cumplir, o las circunstancias específicas y singulares en que surgen.
Como dije inicialmente, dado que la asignatura terminología no está siquiera contemplada como tal en la mayoría de los currículos de los traductorados e interpretariados en Argentina, los docentes de materias de traducción –especialmente de traducción técnica y traducción científica– se refieren, en el mejor de casos, a la terminología de tal o cual área al abordar problemas de registro o de nivel de lengua, o recomiendan la compilación de listas de términos pertenecientes a un tema en particular, por ejemplo, con lo cual el alumno suele terminar su carrera con la sensación de que terminología es mero sinónimo de lista de palabras de un área de especialidad dada.
Si bien las carreras de traductorado e interpretariado no tienen como objetivo formar terminólogos, el abordar la terminología sólo tangencialmente dentro de los programas de estudios de alguna materia, y no como una asignatura, presenta diferentes desventajas en la formación de los alumnos, entre las que se destacan las siguientes:
 impide que el alumno entienda la terminología como una disciplina
 fomenta la percepción de la terminología como la mera compilación de vocabulario
 imposibilita dedicar una carga horaria suficiente al trabajo en torno de la terminología, aún si un docente tiene clara consciencia de la necesidad de éste.
Creo pertinente aclarar que cuando me refiero a la importancia de enseñar terminología a futuros traductores e intérpretes no quiero decir que suponga que el estudio de la teoría terminológica mejore el desempeño del traductor/intérprete. En lo concerniente a la enseñanza de terminología en este contexto estimo suficiente proporcionar a los alumnos nociones básicas tales como la distinción entre lexicografía y terminología, características de los lenguajes de especialidad, concepto de término, normalización, neología, etc., y brindar una introducción a los fundamentos del trabajo terminográfico, sus principales herramientas de trabajo y productos. Sin embargo, dado que el traductor o el intérprete es, muchas veces, el primer usuario de un texto técnico o científico y su primer reformulador en otra lengua, considero necesario capacitarlo para que, en caso de enfrentarse a neologismos en el texto de partida, pueda formar –idealmente, con la ayuda de un terminólogo–, los neologismos pertinentes en la lengua de llegada, de acuerdo con las normas y recomendaciones de la terminología.
El tener un espacio curricular destinado puntualmente a enseñar en qué consiste la terminología, cuál es su alcance, y su importancia para quienes actuamos hoy en día como mediadores en la transmisión de conocimiento especializado, tiene diversos objetivos, entre los cuales podemos destacar los siguientes:
 entender la terminología en su triple concepción: como disciplina, como práctica, y como producto
 jerarquizar el valor de la transmisión clara y unívoca de información/conocimientos especializados (en contraposición al modo de transmisión de la literatura, por ejemplo)
 diferenciar el modo de abordaje terminológico del lexicológico (onomasiológico vs. semasiológico) respecto de sus objetos de estudio
 priorizar, en la medida de lo posible, la utilización de opciones léxicas normalizadas/estandarizadas
 brindar pautas para la creación de glosarios especializados monolingües, bilingües, o multilingües de acuerdo con pautas terminográficas básicas (delimitación del campo a tratar, redacción de fichas terminológicas, etc.).

3. La informática como aliada inseparable de la terminología
Dado que el poder alcanzar varios de los objetivos antes mencionados está supeditado, en gran medida, a la eficiente utilización de fuentes documentales y terminológicas en línea (bancos de datos, bibliotecas virtuales, etc.) así como de otros recursos que proporciona Internet (sitios especializados, foros, listas de distribución, buscadores temáticos, etc.), la formación en terminología no puede prescindir de una adecuada capacitación en informática que permita tanto el aprovechamiento de estas herramientas como la producción de recursos originales, tales como bases de datos para almacenar glosarios terminológicos propios.
En este contexto, la enseñanza de informática aplicada a la terminología comparte con la enseñanza de informática aplicada a la traducción el objetivo de lograr que los alumnos se familiaricen con las tecnologías de la información y utilicen la computadora como una herramienta que perfeccione y agilice sus investigaciones acerca de los temas a abordar, e incremente la calidad y cantidad de su producción. Sin embargo, tiene además objetivos específicos, entre los cuales cabe destacar:
 enseñar a los alumnos a interrogar eficientemente bancos de datos terminológicos
 capacitarlos para crear y administrar sus propios glosarios y bases de datos terminológicos
 entrenarlos para digitalizar documentación en papel a fin de realizar extracción de términos informatizada
 incentivar su participación en grupos o foros de discusión relevantes para la investigación terminológica
No obstante, pretender alcanzar estos objetivos conlleva dificultades relacionadas tanto con aspectos de índole técnica como de infraestructura, y presupone un conocimiento previo del uso de ciertas herramientas informáticas que, muchas veces, el alumno no tiene. Por otra parte, el nivel de conocimientos previos de los alumnos no suele ser muy homogéneo. Asimismo, es importante notar el papel que juega la actitud que el alumno tenga respecto de la tecnología, ya que una actitud negativa al respecto puede llegar a reforzarse, muchas veces, dado que, en general, las clases deben dictarse en una carga horaria muy compacta, a un ritmo acelerado y, consecuentemente, con un grado de complejidad de conocimientos para el que el alumno puede no estar preparado.

4. Terminología + informática: estrategias para una introducción a la terminótica
Como vemos, es imposible separar la traducción técnico-científica de la terminología, y, a su vez, no podemos disociar la terminología de la utilización de herramientas informáticas y recursos en línea. Sin embargo, en Argentina esto todavía no se ve reflejado, salvo excepciones, en planes de estudio que incluyan asignaturas cuyo objetivo específico sea capacitar al alumno para enfrentar con éxito esta realidad.
En UMSA, donde dicto las materias Lingüística y Terminología I y II desde 1996, correspondientes al tercero y cuarto año de la carrera de Interpretariado en Lengua Inglesa, respectivamente, cada nuevo ciclo lectivo me da la oportunidad de comprobar lo esencial que resulta la formación en terminología para este tipo de alumnos, especialmente al compararlos con quienes hacen esta carrera luego de haberse recibido de traductores públicos, carrera que no incluye ninguna asignatura de terminología. Lamentablemente, sin embargo, la carga horaria que tiene la asignatura Lingüística y Terminología es de sólo 2 hs. semanales, y a esto hay que agregarle la limitación que supone no tener un espacio curricular especialmente destinado a la práctica en el gabinete de informática.
¿Qué hacer, entonces, en estas circunstancias, tan lejos de las ideales? Una forma de enfrentar este desafío es abordar la materia desde un primer momento planteando su estrecha interrelación con la informática. Así, después un breve pantallazo general de las principales nociones teóricas, introduzco el concepto de terminótica –es decir, como la define Cabré (1993), “la materia que se ocupa, en general, de las relaciones entre la informática y la terminología; y, en particular, que trata de la aplicación de la informática al trabajo terminológico”– y les hago saber a los alumnos que, dada las limitaciones de infraestructura y la reducida carga horaria de que disponemos, va a ser necesario que inviertan tiempo extra-clase en la práctica de la utilización de ciertas herramientas.
Si bien en una clase tradicional pueden explicarse ciertos conceptos básicos acerca de cómo funciona tal o cual tipo de programa, por ejemplo, y esto puede complementarse luego con sesiones prácticas en un gabinete de informática, como no contamos con un laboratorio de informática de uso exclusivo para la facultad de lenguas, el tiempo que normalmente podemos destinar a estas sesiones no alcanza para que el alumno llegue a alcanzar autonomía en la utilización de las nuevas destrezas. Por lo tanto, es necesario fomentar la práctica distribuida como complemento de sesiones en el laboratorio, para ampliar la interacción del alumno con la tecnología.
Los recursos utilizados deben ser, entonces, flexibles, es decir, deben ofrecer la posibilidad de ser utilizados desde cualquier computadora y a cualquier hora, ya sea en la Universidad misma, en el domicilio del alumno, o en cualquier otro lugar con acceso a Internet. Asimismo, como apunta Amparo Alcina Caudet (2001), es importante que estos recursos ofrezcan algún tipo de “valor agregado” que incentive a los alumnos a usarlos, como por ejemplo:
 la autorregulación del ritmo al que se internalizan las nuevas destrezas
 la posibilidad de trabajar en sesiones de corta duración, de manera que no sean tediosas ni estén sujetas exclusivamente a los horarios de clase
 la interacción entre los estudiantes y entre estos y la cátedra, de modo que se fomente el aprendizaje social y el trabajo en equipo
 un mayor éxito en la resolución de dudas –ya sea relacionadas con la etapa de investigación previa a la traducción/interpretación, como con la búsqueda de términos concretos
 un ahorro considerable de tiempo dedicado a la investigación tanto documental como terminológica.
Luego de una compacta presentación de los fundamentos teóricos básicos de la terminología, y una vez introducido el concepto de terminótica, nos concentramos en el trabajo sobre distintas áreas temáticas, tales como psicología, educación, ecología, medicina, mercados de capitales, etc. Trabajamos con textos en formatos tanto impreso como digital. Para incentivar la interacción, es útil asignar a distintos grupos de alumnos la investigación de diferentes temas y el vaciado terminológico de los textos relacionados con los mismos, de modo que el producto de dicha investigación y los glosarios surgidos del vaciado de términos y la posterior confección de las fichas terminológicas correspondientes se intercambien con los demás grupos, previa supervisión de la cátedra.
El medio de intercambio más práctico es el correo electrónico, pero también es productivo acordar, periódicamente, fechas y horarios durante los cuales los alumnos puedan comunicarse entre sí y con la cátedra en tiempo real a través de un programa de mensajería instantánea –como el de Yahoo o el Windows Messenger–, para clarificar dudas y hacer consultas. Para compilar glosarios, conviene utilizar primeramente un programa para trabajar con hojas de cálculo, como Excel, y luego crear con los glosarios compilados una pequeña base de datos con Access, por ejemplo.
Es importante que a cada texto a abordar se le asigne una hipótesis de trabajo (es decir, pautar en qué publicación o para qué tipo de cliente imaginamos la traducción o la interpretación), con lo cual, además de decidir primeramente el nivel de lengua y tipo de registro apropiados, será necesario acordar opciones terminológicas según variables tales como si un término está o no normalizado, si está difundido o no en el dialecto de los usuarios de la traducción/interpretación, etc.
Resumiendo, la utilización de la terminótica en la formación de traductores e intérpretes debe apuntar a que el alumno la entienda como una herramienta que habrá de servirle para llevar a cabo tres tareas fundamentales (cuadro 1): detectar unidades de transmisión de conocimiento especializado, es decir, términos; recopilar dichas unidades eficientemente, en forma de glosarios y bases de datos, para su fácil reutilización; y homogeneizar su producción, es decir, lograr que sus trabajos exhiban coherencia terminológica (lo cual se dificulta substancialmente al manejar grandes volúmenes de texto, y en especial cuando se comparte un proyecto con un grupo de colegas).








Cuadro 1: La terminótica como herramienta para traductores e intérpretes

5. Conclusión
En vista de la estrecha relación conocimiento especializado – término – tecnología de la información, es impensable que, en pleno siglo XXI, se siga formando profesionales de la traducción y la interpretación sin asignaturas cuyo objetivo específico sea capacitarlos eficazmente en áreas clave para la consignación y transferencia de conocimiento, como lo son la terminología y la informática.
Creo que es parte de nuestra responsabilidad como formadores crear conciencia en las instituciones donde nos desempeñamos de la importancia de dedicar una carga horaria suficiente y una infraestructura apropiada para brindar a los alumnos una capacitación en terminología que cubra las expectativas del mercado de la traducción y la interpretación de hoy en día. Entre tanto, mientras esa conciencia se traduce en cambio o mejoras de los planes de estudio, les debemos a nuestros alumnos esforzarnos por intentar paliar las deficiencias en la formación actual, mediante la implementación de estrategias didácticas que pongan de relieve la necesidad de manejar adecuadamente herramientas terminológicas y que fomenten, además, su utilización efectiva.

Bibliografía
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CABRÉ, M. T. (1993). La terminología. Teoría, metodología, aplicaciones. Barcelona: Antártida/ Empúries.
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